Tuesday, July 20, 2021

Género y diversidades en el rock argentino

Autor: Érica García

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Género y Diversidades en el rock argentino. 

Cuánto avanzamos y hacia dónde vamos.

Autor: Érica García





¿De qué hablamos cuando decimos Rock?


Con rock nos referimos a la música que escuchan y hacen las generaciones jóvenes. 

En realidad no está muy claro qué es lo que engloba esta palabra y hasta me parece un poco anticuada pero es el término más cercano para nombrar a esta fauna. Nuestra fauna musical. 

 



Sobre violencia de género en este texto


Si bien al hablar de género también hablamos de violencia, este análisis se enfocará en el camino y evolución de la perspectiva de género en la historia de la industria de la música, no en denuncias ni en casos particulares que deben manifestarse en el contexto correspondiente. 






Nombres que aparecen en este escrito


Este texto analiza la cuestión de género desde distintas áreas que influyeron en el rock. No es una lista de nombres de músicos gay o hétero. Aquí sólo nombraremos algunos músicos que pueden ilustrar distintas ideas, ni los mejores ni los más representativos, no se pretende aquí hacer un juicio de valor, sólo se nombran quienes sean funcionales a la idea a explicar. 

Quien busque una lista queer o gay no la encontrará en estas líneas. 





Abordaje


Analizaremos cuestiones desde adentro, puesto que no soy una periodista observadora sino una de las actoras de esta misma historia.

Puede ser que no sea un abordaje ortodoxo, eso es lo que busco.





El rock y su paradoja: Un lugar de libertad o una cárcel llena de limitaciones? 





Cuando nos proponemos hablar de cuestiones de género rápidamente se nos aparece el mapa con obstáculos y restricciones que los humanos tuvimos que trazar para llegar al concepto Género. 

La palabra género alude a la igualdad de los derechos de la mujer, el hombre y diversidades, colectivo LGBTQIA+.

Quienes no entienden o no quieren entender piensan que alude a: Género femenino y género masculino. Es decir, se han quedado tres décadas atrás y repiten: “pero los hombres también sufren”.

Aunque nos parezca increíble, en Argentina hay muchísima gente que no entiende la diferencia del concepto y opone resistencia. Aceptan las leyes y los derechos a regañadientes. 

Por eso es necesario el diálogo, la música, el grito, el abrazo, la sonrisa, el sexo, el placer, la comunión, la expresión de todes. 

 

Nuestro país tiene una historia riquísima de músicos de excelente calidad. 

Esa calidad va acompañada de cualidad. 

Cada une es y fue singular. 

Esa singularidad tuvo que abrirse paso no sólo dentro de una cultura machista muy marcada sino también dentro de una dictadura militar, persecución, tortura, asesinatos, vejaciones, todo tipo de violación de derechos y hasta una guerra. La educación patriarcal ha sido el horno donde se cocinaron todas las atrocidades. 


















Miedo al cuerpo, a que las sensaciones o las uniones no se ajusten a lo que nos han enseñado



A lo largo de la historia de la humanidad el hombre se ha ubicado del lado del que no baila. Del que mira sentado, juzga y se dedica a labores intelectuales. O como dice la canción -el que toca nunca baila- dando a entender un lugar superior, de control, diferenciándose de quien da rienda suelta a los sacudones del cuerpo. 


Además “bailar es de chicas”.

Y “las que bailan son trolas”.


Sé que a una persona nacida en los 2000, esto le sonará a:

A- viejo

B- de otro planeta.


Hoy no podemos imaginar ni sentir la forma en que nos manejábamos hace 30 años. 

Es difícil hasta para quienes hemos vivido esa época. 

Pero por suerte nos queda la memoria. 

Por eso me parece esencial transmitir a las nuevas generaciones que hoy Adriana se besa con Pamela, que Belén nació Sebastián, que usan el pelo de 7 colores y que tienen un presente lleno de goce y libertades porque alguien ha transitado un camino difícil hasta aquí.

Hubo muchos años de desigualdades, personas humilladas, golpeadas, desterradas, violadas, vulneradas artística, intelectual y monetariamente para llegar al casi maravilloso presente. 























Del lado de la Mujer: feministas sin saberlo



Transitar los 90’s y 2000 haciendo rock, siendo mujer, no fue ni fácil ni difícil: fue lo que pudimos. No conocíamos otra cosa. No nos dábamos cuenta de que el camino estaba minado de obstáculos que creíamos normales. 

Nunca un obstáculo es una justificación para no avanzar pero tampoco nunca un obstáculo debe ser naturalizado.


Éramos varias chicas tocando en el under pero muy pocas en comparación a la cantidad de hombres.

Éramos feministas pero no sabíamos muy bien qué englobaba el feminismo. Incluso confundíamos lo que era ser feminista. Leíamos, lo estudiábamos, pero la realidad era otra cosa. El feminismo se presentaba como una utopía. Lo traíamos de los pelos a nuestra vida cotidiana y lo hacíamos encajar como sea. Creíamos que imitando la actitud fuerte, machista de un hombre estábamos ejerciendo el feminismo y liberándonos. Nada más alejado. La igualdad de derechos no se logra mimetizándose con el hombre sino siendo como cada quien es. 


Pero la historia del rock en Argentina no empezó con nosotras, sino varias décadas antes. 

No me interesaría hacer una mera reseña sobre “cómo era ser mujer en el rock” ya que la hipertrillada frase no resonó nunca en mí como válida. Tampoco me interesa hablar sólo de la conquista de derechos de las mujeres sin incluir a las diversidades, porque pienso que ese camino lo transitamos apoyándonos no separándonos. 

Por suerte en los últimos tiempos hemos incorporado la perspectiva de Género y diversidades, que si bien existe desde los comienzos del feminismo, como construcción social que establece el rol de lo masculino y lo femenino, comenzó a utilizarse en la Cuarta Asamblea sobre la Mujer en el año 1995 en Pekin para promover igualdad y equidad. 

A Argentina llegó más tarde, en los 2000 y recién se metió en nuestro lenguaje diario en los 2010. Antes, la perspectiva de género no existía en nuestra mente, sólo convivían las sexualidades como bloques separados, mujer, hombre, el concepto de gay, el de lesbiana y el de feminismo. Eran como boyas aisladas flotando en un mar de incertidumbre.

La visión de género vino a relacionar estos bloques aislados y a ponerlos a actuar para lograr igualdad.  

Aunque sea difícil de imaginar, no era que antes no se hablaba de estas cuestiones: ni siquiera existía en nuestra realidad un concepto tan claro como el que manejamos ahora. 










Lo que naturalizamos



En los 90, las chicas que tocábamos en bandas, obviamente cargábamos nuestros amplificadores pesadísimos, instrumentos y todo el set. Pegábamos afiches en las calles mientras una hacía de campana para avisar por si pasaba la policía. Buscábamos fechas para tocar y entre varios hombres, contábamos billetes a la madrugada, luego de tocar, en los cuartitos de atrás de cada bar, vigilando que las cuentas fueran correctas y el dueño del local no se quedara con dinero de más. Había que ser bicha y pelear. Como Thelma y Louise pero en la vida real, todos los fines de semana. 

No es nada del otro mundo pero en ese momento, las pocas que hacíamos eso, éramos tomadas como super chicas mitológicas. 

No podíamos relacionarnos con nadie más que con gente parecida a nosotras y la verdad no había muchas que hicieran lo mismo, entonces nos uníamos más en nuestro círculo cerrado. 

La proporción aproximada de género era de una mujer cada 20 hombres. La diferencia era mucha y había que plantarse fuerte para ser respetada. 

Personalmente no me costaba lograrlo, pero quienes no lo hacían quedaban excluídas de la escena. Y eso no estaba nada bien. ¿Por qué una mujer tenía que rendir examen de hombre para ser aceptada? ¿Acaso era un club de hombres? 

Sólo hacíamos música. 


Estaba totalmente naturalizado dudar de cómo tocaría una mujer hasta que lo demostrara. 

Cosas que con el hombre ni siquiera se planteaban, se veía llegar a la banda de hombres y simplemente tocaban, no tenían que demostrar que eran buenos o malos, no importaba, eran hombres, a ellos no se les pedía credencial. 

Pero si llegaban mujeres se revolucionaba todo y se las miraba como a criaturas extrañas esperando que empezaran a tocar. 

A ver qué van a hacer?

Luego, era tocar apenas unos compases y ya se aclaraban las dudas -qué bien eh, no parecen chicas-. LA FRASE. 

¿Me molestaba esto?

No exactamente. Era parte del paisaje, nos habíamos formado así, era natural. 

Como si a un boxeador le preguntaran si le molesta un golpe: no es lo que quiere, no es lindo, pero es el lenguaje que se utiliza en ese contexto. 














Los halagos




“Como un hombre” era el mayor halago que el hombre nos daba.

“Tocás la guitarra como un hombre” y una automáticamente sentía que todo se desmoronaba por dentro pero debía aparentar sentirse super halagada. 


Otro cumplido muy agresivo pero totalmente usual era: “Para ser mujer toca bastante bien”.

Debíamos asumir que ser mujer era una desventaja intelectual, artística pero que gracias a un descomunal esfuerzo, o características físicas, o simpatía o suerte, éramos aceptadas en el selecto círculo de hombres que tal vez tocaban peor que nosotras. 

Lo más salvaje era que ésto no se decía de forma agresiva, era un cariño, una buena onda, el trofeo con el que te corroboraban que eras aceptada y respetada entre ellos. Hasta ese punto estaba naturalizado el maltrato, recibíamos dardos que a veces venían cargados con ricas golosinas, pero eran dardos de todos modos. 


















El comienzo de la historia del rock


Los jóvenes argentinos de los 60 eran muy “preppies”, cultos, estudiosos, elegantes, apreciaban el arte sensible y las melodías. Las mujeres se interesaban por el feminismo sobre todo desde la literatura, leyendo a Victoria Ocampo, Silvina Ocampo, Alfonsina Storni, Alejanda Pizarnik. Pero donde más va a expresarse con libertad y locura la mujer de los 60 y 70 es en las artes plásticas con Marta Minujin, Delia Cancela, Dalila Puzzovio, Josefina Robirosa y otras rebeldes. 


Acompañando la frescura de los 60 y comienzos de los 70, donde reinaba una mixtura de ingenuidad, LSD, flores, intelectualidad, manifiestos antiviolencia y amor libre, el hippismo no era la corriente que abrazaban Charly Garcia y Luis Alberto Spinetta. 

Ellos se paraban en un neo folk progresivo (quiero aproximarme a la idea con palabras que no encuentro). 

Había por ahí “mujeres haciendo cosas”, cantando, componiendo, como la legendaria Gabriela, pero eran pocas, poquísimas. 

En los 70 los jóvenes buscaron más libertad y abundancia en la música. El rock en todo su esplendor se puso dramático, extenso e intenso, progresivo. 

Los músicos iniciaron un camino pretencioso con composiciones más complejas y aproximaciones eléctricas a la música clásica. Era menester prestarles atención porque la cosa se había convertido no sólo en música para disfrutar sino que había que estar preparado, culturalmente a la altura. 

Y esa altura era establecida por hombres. 

Las drogas del momento marcaban el carácter de la época, el vuelo, el divague, la exploración. 

La mujer aún sin protagonismo en el rock, respiraba feminismo en el teatro performático con una extravagante y política performer llamada Nacha Guevara y en la canción popular con una innegable autora feminista: María Elena Walsh. 


El rock sigue siendo cosa de hombres, donde a la mujer “la dejan” expresarse pero le pondrán obstáculos si quiere guiar un movimiento. 

Y luego...

En los años de dictadura se quebraron muchos sueños y si bien la educación machista venía desde toda la vida, en el temor dominante de los años de dictadura militar se acentuaron las diferencias entre lo que debían hacer los hombrecitos y las mujercitas. 


Si ser gay hoy en 2021, puede ser razón para que te maten caminando por Europa, imaginemos ser gay en la dictadura Argentina en 1976. 

Si ya era uno peligroso por ser músico, por hacer rock, por tener pelo largo y fumar, el ser amanerado y tener movimientos considerados femeninos significaba inmolarse. 

Es aún difícil para muches comunicar su orientación en el marco familiar, o presentar a un compañere. 

Y si a esto que hoy transitamos con varios obstáculos lo llamamos aceptación y libertad podemos suponer entonces que el camino recorrido hasta aquí fue durísimo. 





Dictadura y post




La etapa más negra y triste de nuestro país fue sin dudas el período de la dictadura militar. 

Se vivía con miedo a todo, no sólo a ser homosexual, se vivía con miedo a ser. A secas. Uno podía ser detenido en la calle, torturado y desaparecido. Así, de la nada. A algunos podían hacerle seguimientos, agarrar una agenda y empezar a buscar contactos y así iban cayendo en las garras del abuso militar. Cualquier persona, de cualquier edad, principalmente jóvenes, militantes y artistas, los“loquitos”. 

Ser músico en esa época habrá sido sin duda una actividad de riesgo, ponerse en la mira de todos. Porque una cosa era que encontraran tu nombre en una agenda y otra muy diferente, salir en la radio y la tv y ser famoso y rocker, era prácticamente como decir: hola estoy acá vengan a buscarme. 

Charly pinta este miedo feroz en su bella e indiscutible Los Dinosaurios. Spinetta en Maribel. Por nombrar sólo a dos. 

Esto hace suponer que si eran desaparecidos por ser poetas o músicos o actores o periodistas, muches deben haber sido llevados por ser “maricones” como les decían a los gays o “marimachos” como les decían a las lesbianas.

Las personas trans y autopercibidas no tenían siquiera lugar en el pensamiento de nadie. Claro que existían, pero no nos enterábamos. No lo podían gestionar libremente y muches han muerto sin poder ser como querían. 


Los músicos se juntaban en reductos más clandestinos que habilitados y no hay demasiados registros de mujeres haciendo música durante la dictadura. Celeste Carballo, Patricia Sosa, María Rosa Yorio son mujeres que habitaban esa escena. Eran buenas, y eran pocas. 















Guerra de Malvinas: la música rosarina




La dictadura está terminando pero aún falta la estocada definitiva para que el rock argentino muera y resucite: La guerra de Malvinas. 

La comparación de fuerzas siempre nos pareció espeluznante: los marines ingleses, el enemigo que debíamos destruir, eran personas de 30 años, experimentadas, fuertes, formadas en carrera militar por su propio deseo, con la mentalidad de guerra, con armas de última generación, máquinas de matar. Mientras que nuestros soldados eran en su mayoría chicos de 18 años que estaban cumpliendo un servicio militar obligatorio que no habían elegido, no estaban preparados ni física ni mentalmente para una guerra. Algunos apenas sabían manejar las armas viejas con las que contaban. 

Los chicos. Nuestros chicos. 

Y cuántos de esa generación habrán querido ser músicos. Y cuántos de esa camada habrán sido gays o trans y se habrán tenido que callar para ir a luchar. 

Pero la guerra también es la trampa del mismo machismo ya que los que mueren son los hombres, hasta en eso el machismo se muerde la cola y se envenena solo. 


La guerra de Malvinas trajo una disposición un poco insólita y un poco acertada pero que sin duda fue el empujón que necesitaba el rock para escapar del horror.

La disposición rezaba que “a partir de hoy en las radios se escuchará música en castellano y no en inglés”.

De repente en medio del dolor de la guerra, de una juventud perdida, otra parte de esa misma juventud cantaba en la radio en nuestro idioma y sonaban personas nuestras que jamás habían sido escuchadas. Era raro, vertiginoso, lindo. Salió una seguidilla de canciones de un colectivo rosarino que traía a una voz celestial, la de Baglietto cantando canciones de uno del grupo que tenía menos de 20 años y componía muy bien. Se llamaba Fito...Paez. 

Entre ellos había una mujer de igual voz celestial, Silvina Garré. 

La proporción, el cupo femenino aún no estaba cubierto, entre tantos hombres sólo una. 

Ni hablar de gays, lo más aproximado a ese lenguaje era Fito maquillándose para tocar con Charly. 













El hombre y el coqueteo con su parte femenina: Charly y Spinetta




Amanerado: es un término agresivo, ya en desuso, que se aplicaba despectivamente al hombre que “hacía movimientos de mujer”. 


Si nos remontamos a fines de los 60 encontraremos a los jóvenes larguilíneos Charly García y Luis Alberto Spinetta encabezando las filas de cultos y volados de la nueva música. Los ya no tan púberes, distintos desde la composición, letras, formas de expresarse, estética, desde el comienzo marcaron el pulso con una brillante, osada, fuera del planeta composición de su obra y su persona. 

Teniendo en cuenta lo conservadores que eran/se vestían los pibes porteños, los dos popes de nuestra música eran dos freaks. Nunca dejaron de lado la estética. 

Si ajustamos la lupa veremos que la forma de mover sus manos, de sentarse, de cruzar las piernas, de lanzar frases sarcásticas con miradas provocativas, todo su accionar tenía un denominador común: 

la forma femenina. La forma que nos enseñaron como femenina. 

En ellos no era nada forzado, simplemente eran así. Como si la educación patriarcal los hubiese tocado de una forma distinta que al resto. 


Esta forma femenina en los padres del rock desde el comienzo, es fundamental para comenzar a trazar la línea de género.


No se proclamaban gays ni lo negaban, simplemente gozaban con verse distintos y no encajar en los parámetros machistas de todas las épocas. 

Tal vez a sus tempranos veintes ni conocían profundamente el feminismo, pero de forma natural se mostraban lúdicos, diversos. 


Federico Moura y Miguel Abuelo (sólo por citar dos figuras prominentes) también eran “amanerados” pero a diferencia de Charly y Spinetta, ellos sí se proclamaban abiertamente gays. 

Iban como en otro carril, el carril del disfrute, no militaban la causa de la diversidad, simplemente eran. Tampoco existía en esa época el concepto de lucha. No se sabía mucho cómo proceder ni hacia qué lado ir, sólo había que resguardar la integridad moral y física, salvar el pellejo, amar tratando de no ser agredido.










El backstage, las groupies y los abusos



Si hay una figura pintoresca del rock en cualquier parte del mundo es la groupie. 

La groupie es/era una chica que buscaba llegar “al cantante” de la banda o cualquier otro integrante, fascinada por pertenecer al círculo de la banda. Solía lograr acceso a los camarines y así terminar con alguno de los músicos. 

La suerte de las groupies era dispar. Alguna podía llegar a casarse con el músico y otra podía lograr sólo un beso. Pero siempre han sido personajes inseparables del ecosistema de una banda. 

Con todo lo pintoresco y divertido que ésto suena, la groupie no deja de ser una mujer en estado de vulnerabilidad, subyugada por un hombre en un lugar de poder, con más privilegios que ella, al cual ella podrá acceder si se deja manosear, burlar, soportar malos tratos. Porque los hombres involucrados en ese entorno ya saben que ella estará ahí arriesgando lo que sea, a la madrugada, en otra provincia, sin comer, con frío, esperando a su ídolo. 


Y como podemos suponer que una mujer grande, ocupada, con algunas certezas emocionales no se pondrá en esa situación, las que caen en esa situación son muchas veces menores de edad, vulnerables. 

En ese estado de fascinación pueden exponerse a cualquier humillación con tal de estar con el músico. 

Esta situación muchas veces fue utilizada para abusar de ellas. Algunas han sido violadas y manipuladas mentalmente. 

En la última década, gracias a movimientos de chicas auto convocadas en redes, se pudieron identificar varios casos de abuso. 


Las groupies de antes no sabían que estaban siendo abusadas, simplemente creían que era parte del juego al que se habían prestado.

Una vez más, aquí aparece la naturalización de la culpa de la víctima: ella terminaba pensando que por más malo que hubiese sido el trato, se lo merecía por haber querido acceder a la atención del gran macho. 


Los periodistas siempre me preguntaban si siendo música mujer yo tenía groupies. Yo decía que sí, pero que eran diferentes. No me daba cuenta de que la relación era diferente, yo jamás iba a violar ni abusar de un chico que quisiera estar conmigo. Las mujeres naturalmente no hacíamos eso porque no debíamos demostrar ningún poder, no necesitábamos humillar a un hombre por querer estar con nosotras. 

La educación patriarcal ha instalado que si una mujer se le ofrece a un hombre, este debe tener sexo con ella. No se discutía esto. 


Muchos hombres integrantes de bandas de los 90 y 2000 (tal vez los segmentos más machistas del rock) han sido denunciados por abusos o apologías de violación. Algunas bandas se han disuelto, otras han quedado en stand by. Otras han seguido tocando luego de distanciarse del acusado, otros integrantes están cumpliendo condena en la cárcel, otros están en instancias de juicios. Otros saben que en cualquier momento podrán ser denunciados. 

Esta situación, para el ecosistema o familia de músicos es triste y dolorosa. Por un lado nos damos cuenta de que estuvimos soportando atrocidades como si fueran normales, por otro lado no podemos creer que nuestros amigos sean los que hicieron esas atrocidades. Es un momento difícil de sensaciones ambiguas, pero hay una sola cosa de la cual sí estamos seguras: estamos haciendo lo correcto. Y eso nos deja en paz. 










































El baile y el pogo




El hombre no se permitía bailar pero debía canalizar por algún lado sus ganas de moverse.

En el punk, en los últimos 70, nacieron el pogo y el mosh.

Una danza colectiva en la que el público se vuelve una masa que salta al unísono con un estilo animal sin control y se mueve como marea hacia un lado y otro del venue, culminando (no siempre) con el stage diving, cuando el/la cantante en una parte caliente del show, deja caer su cuerpo sobre la marea de espectadores y en posición horizontal va siendo trasladado mientras sigue cantando hasta ser depositado nuevamente en el escenario. 

En líneas generales sucede así. 


Este ha sido un tipo de baile absolutamente permitido para hombres, en los que no hay mujeres o hay muy pocas.

En este baile sólo se necesita saltar y empujar. Nada de movimientos de pelvis, nada que se emparente con líneas estilizadas de baile. En definitiva, nada que se relacione con una mujer, o con lo que estaba asignado a una mujer. 

La liberación de la cadera y el cuerpo debió esperar hasta los 2010, cuando gracias al vapuleado reggeton y la fusión de hip hop con ritmos latinos, el perreo empezó a ser algo

permitido para los varoncitos. 






















Ser gay, lesbiana, trans y otras diversidades, antes y ahora




Hasta 2010 aproximadamente, lo que conocíamos era blanco o negro. 

Gay o lesbiana. 

Hombre o mujer. 

No había mucha más amplitud que eso. La necesidad de encasillar al otre y obligarlo a definirse por “un bando o por otro” como si en vez de disfrutar de su ser y sus relaciones, tuviera que acoplarse a algún grupo, igualarse, pertenecer, nunca experimentar, nunca ser libre. 


En los 70 ser un hombre gay significaba ser rechazado o presionado a declararse bi sexual, como asegurando: ok me gustan los hombres pero sigo siendo bien machito y estoy con mujeres. 

El sólo usar ropas de colores o moverse de cierta manera hacía que la gente catalogara a esa persona de homosexual pero no como una forma de describirlo sino como una forma de insultarlo.


Hoy es inconcebible tomar a la homosexualidad como un insulto, suena descabellado ser

rechazado por una elección. Pero los eventos del mundo en los últimos meses demuestran que por más que sea normal para nosotros, aún muchos no lo viven así y son asesinados, como recientemente Samuel en España, o desaparecidos como Tehuel en Argentina. 


Si hay algo que debemos agradecerle al rock argentino es que nos haya acercado otro mundo posible, otra forma, otra alegría, otra pero nuestra, la que siempre debería haber sido. 

Sin Federico Moura, Miguel Abuelo, Sandra Mihanovich y Celeste Carballo las cosas habrían sido muy diferentes.

Si hay héroes en el rock nacional son ellos, no sólo por su obra,  sino porque su existencia fue un gran paso en la inclusión de diversidades.

Si el país no respondió en su época y sólo a 30 años de sus improntas se aceptó el matrimonio igualitario y comenzaron a verse diversidades del colectivo en la música, su mensaje no se desvanece.

Elles han soportado por igual, amor y escupitajos, devoción y piedras. 











La influencia del cine y la tv



Durante los años de dictadura (1976-1983) y post dictadura (1983-1990), se vivía un doble mensaje: por un lado lo conservador y por otro lado lo obsceno. En cine, los agentes de la censura cortaban literalmente las cintas de las películas dramáticas quitando escenas enteras, de sexo o de speech que al ente de calificación le pareciera amenazante de ese conservadurismo.  

Pero en películas “cómicas” se imponía el manoseo, la prostitución vip “light”y las “chicas desnudas” sin cortes. Apto para todo público.

Era una doble moral extraña. 

En el drama pudo aparecer una lesbiana, La Raulito en los 70. Pero era como “la única lesbiana de Argentina”, era tomada como una especie de fenómeno, no como algo normal. 

Si aparecía un gay era en las películas cómicas, siempre ponían a alguien a jugar ese papel, “el hombre mariposón” nuevamente, como si fuese un comodín, no una persona normal. El estereotipo del gay amanerado, excluyendo a todas las diversidades. Como si el único homosexual querido y permitido fuera ese disfrazado que siempre hablaba igual.




La superinfluencia del teatro under



La música, el cine y la sociedad no aceptaban ni permitían las diversidades de género, pero el teatro under de los 80 y principios de los 90 parecía un país aparte: ahí se respiraba locura, diversidad, creatividad, todo lo que en el rock estaba apretado en el teatro off explotaba.

Mis lunes a la madrugada iba a Mediomundo Varieté a ver descontroladas veladas de Batato Barea donde éramos como mucho 20 espectadores. El mítico Batato que junto a Urdapilleta y Tortonese se proyectaron como gigantescos monumentos a la apertura, era el rey reina de la escena. 

El teatro under de fines de los 80 era rock, con el Parakultural como gran templo. Una ola de diversión. No importaba nada. No había límites. Sergio de Loof era el príncipe que articulaba varios mundos, el de la moda, la performance, fotografía, la publicidad, la poesía, la pintura y el rock. Era el príncipe diverso que marcó esa época. Las madrugadas como las mías, de adolescente yendo a Medio Mundo Varieté, a ver a Barea, madrugadas enarboladas de poemas de Pizarnik e Ibarbouru que Batato recitaba bailando con el culo al aire, plumas y pelucas, no las olvidaré jamás. Ahi se respiraba libertad y apenas salías a la calle, el cruel mundo gris otra vez, el mundo de las ideas chatas, de las libertades aparentes. Batato, Urdapilleta y Tortonese podían ser gays y trans porque eran actores freaks del off, pero si en esa época querías ser un médico trans iba a ser imposible. La sociedad no podía seguirle el ritmo a estos tres desaforados del arte. 

La música corría a la par y aportaba su invalorable caudal con Soda Stereo, Sumo, Patricio Rey y sus Redonditos de ricota, Virus, Los Abuelos de la nada, Los Twists.

Y las mujeres?

Había mas que dos pero menos que diez. Celeste Carballo, Fabi Cantilo, Isabel de Sebastian, Hilda Lizarazu, Viuda e hijas de Roque Enroll. 

La proporción seguía siendo desfavorable a la cuestión de género. Si bien había mujeres, eran las “raras”, “rebeldes”, “marimachos”,”novias y hermanas de”.

En esa época los hombres coqueteaban con la androginia más que las mujeres, se atrevían a delinearse los ojos, claro que apañados por el estilo New Romantic de los early 80’s porque quedaba lindo, daba sexy freak. Pero seguían siendo héteros. Era sólo un juego. O lo mostraban como un juego para esconder tal vez algún secreto.







La influencia del HIV



Al amor libre proclamado en los 70 se le vino la noche en los 80. 

Las revistas hablaban de la “Peste rosa”. No entendíamos qué era pero sí que era “la enfermedad de los gays”.

Si algo le faltaba a la homosexualidad para ser completamente discriminada era esto.

El HIV empezó a propagarse rápido cual COVID19 pero a través de transfusiones de sangre, jeringas compartidas y contacto sexual. 

Había que empezar a cuidarse y cuidarnos. 

Esto era usar preservativos. 

Hablar de preservativos hoy es absolutamente corriente, pero no era así en los 80 y 90. 

Daba una extrema vergüenza ir a comprarlos. 

El hombre se negaba rotundamente a usarlo, se ofendía y era capaz de terminar una relación por esto. 

Claro, para un hombre educado en el machismo, ponerle una cubierta a su sexo era una ofensa. Además podría acarrear la presunción de ser gay, lo cual sería tomado como la peor de las ofensas. 


El HIV hasta hoy, cambió nuestra forma de relacionarnos y disfrutar. Pero sobre todo nos hizo conscientes de cuidar al otro, adelantando de cierta forma, los actuales tiempos de empatía. 













Sandra y Celeste





Para tomar dimensión del legado de apertura que dejaron estas dos artistas en el rock y la musica argentina en general, debemos remontarnos a los 80.

En los 80 Celeste descontroló todo, fue y vino, hizo lo que quiso. Fue la verdadera heroína del rock. No temió ni vaciló al anunciarse gay. Era una bárbara, no le importaba nada. En tiempos no eran los de ahora. En esos años estaba muy mal visto ser lesbiana, se recomendaba no decirlo ni ponerse a favor “de eso”. Es imposible imaginar hoy el rechazo que causaba la idea de lesbianismo en la sociedad. Era “cerrarse puertas”. Era “inconveniente”. Era “terminar con la carrera”. 

No hicieron falta muchos años para notar que esas amenazas eran puras mentiras y tanto Sandra como Celeste pasaron a ser aceptadas popularmente por su innegable arte e incluso lograron hacer a su lesbianismo “rentable”. Pero claro, ellas ya eran artistas queridas y exitosas de hacía muchos años y tenían un carisma subyugante. 

Pero el resto del colectivo y lesbianas músicas no corría la misma suerte. 

Proclamar la bisexualidad o la homosexualidad era aún algo que debía esconderse si se quería tocar, hacer prensa y ser escuchado. 

Sin duda Sandra y Celeste se plantaron contundentes y el público no tuvo más remedio que dejarlas entrar pero las encapsularon en la historia como un “episodio lésbico aislado”. Como diciendo ok, son ellas solas, no son todas así. 


Para el resto regía el rechazo. 

Luego Sandra reforzó su manifiesto inmortalizando la versión en español de Soy lo que soy, el himno gay, y ya no hubo retorno. La aceptó la familia argentina como una prima a la que se ama y no se le cuestiona nada.  














El rock macho



Si bien todo el rock fue macho, esa fantasiosa plataforma donde el músico que estaba arriba medía 5 metros y adquiría poderes sobrenaturales, llegó al climax con el metal. El heavy metal, rock metálico, rock duro, metaloso o como quieran llamarlo. Pappo y Iorio, sus máximos exponentes eran, son personas sensibles pero a la hora de salir se ponían la capa. Se transformaban en super machos. Sus tonos de voces ultra graves, sus ingeniosas frases e indiscutible presencia física dejaban pequeño a un ejército de increíbles Hulk. 


Ese personaje, no ellos, el arquetipo, era un obstáculo para el colectivo LGBTQIA+ Y las diversidades . 

Federico Moura contaba cómo los fans de Riff les tiraban naranjas y monedas mientras Virus tocaba pero a él no le importaba porque también los veía bailar. 

Lo ridículo era que Pappo solía ir a shows de Virus, había un vínculo de respeto, pero los fans no podían permitirse la aceptación. 

La ira que le sobreviene a las personas que no toleran las diversidades es irracional. Por eso no era llamativo que les gustara la música, que bailaran y que a la vez su mente les dijese no podemos permitir ésto, debemos agredir. 


Me gusta tu libertad, por eso te pego.


Es algo similar a: Me gusta tu ropa ajustada por eso te violo.


Una zona negra del cerebro donde se unen el placer y el destruir lo que me causa ese placer.



A ese tipo de fan agresivo ya no lo vemos tanto, tal vez lo rígido fue desplazado y reemplazado por los colores flexibles. 

No es bueno estigmatizar los estilos de música, ni los deportes, ni los países. Pero por suerte esas agresiones ya no se ven. Si a un público no le gusta algo no lo mira. En eso hemos avanzado. 











90 y 2000, música electrónica, la liberación del cuerpo, el rock chabón




A los 90 les debemos las raves. El baile en trance. Perdernos en las multitudes. El agua mineral. La despersonalización del espacio y el DJ como figura fundamental que en las décadas anteriores era el nerd que no generaba demasiada atracción. 

El auge de las drogas de diseño sumó el químico correspondiente a la década y su respuesta de éxtasis en bailes colectivos interminables. 

Empezaron a surgir más mujeres, entre ellas yo, y los gays podían mostrarse gays sin tener que mandar dobles mensajes: Leo García y Toto de Adicta encarnaban al nuevo gay rebelde y aceptado. Podían mostrarse y ya no eran cuestionados, que no es poco. Rosario Bléfari, María Fernanda de El Otro Yo, María Gabriela Epumer, eran mis compañeras de fechas, con ellas conformábamos la escena femenina under de los 90.

Sergio de Loof empezó la década inaugurando Bolivia en San Telmo, un bar por donde pasaban todos, donde ser gay, trans, raro, era más normal que ser hombre o mujer. De loof lograba armar un universo que duraba el tiempo que estabas ahí y que era necesario prolongar, un universo diverso, de libertad, de derechos, de disfrute del ser. 

Era un lugar muy chiquito y entrábamos muy pocos. 

Otra rama musical que le debemos a los 90 es el rock chabón, el rock barrial, que combinó a los Stones con la lírica trabajadora argentina. 

De corte netamente machista, simpáticos, sensibles pero sin mujeres ni diversidad a la vista. 

El rock chabón exalta el barrio y tiene una gran similitud con la cancha, el futbol, que también es una fuerte influencia en el rock argentino. El futbol es nuestro deporte machista por excelencia lo cual ha repercutido en la música. Y así como los tiempos están más inclusivos, también ahora el futbol se ha abierto a la inclusión de la mujer y algún jugador gay en el equipo. Van lento, pero van. 















Pre y post Cromagnon



El rock nunca estuvo en paz: 

En los 70 la dictadura.

En los 80 la guerra de Malvinas.

En los 90 la muerte de Walter Bulacio por maltrato de la policía en la entrada de un show de los Redondos marcó la época. 

Robos y abusos. 

En los 2000 todo se ennegreció con Cromagnon. 

En los 2010 salieron a la luz las violaciones

En 2020 la pandemia. 


La tragedia-masacre-negligencia de Cromagnon marcó una gruesa línea en nuestro país. 

El anfitrión de la tragedia había sido nada menos que un hombre emblemático dentro del rock: Omar Chabán, fundador de Cemento, que fue el hogar del rock para varias generaciones. 

Chabán, administrador de tertulias culturales. 

Era negligente, lo supimos siempre. Lo amábamos odiábamos como a un personaje necesario de nuestra fauna. Cuando se es negligente en un ambiente pequeño, el desastre puede controlarse. Cuando esa negligencia se asocia al fanatismo y arrastra a miles de personas se convierte en el monstruo Cromagnon. 

Chicos y chicas fueron víctimas por igual. 


Las regulaciones necesarias que se implementaron a partir del incendio, imposibilitaron cualquier brote de desparpajo como podíamos esperar en los 80. 

Todo hiper controlado. Y es lo que había que hacer.

Pero debemos reconocer que estas regulaciones jamás hubiesen permitido un bar Bolivia, un Parakultural, un Medio Mundo Varieté, La Age, El Dorado, El Morocco, Ave Porco, Babilonia y tantos reductos de diversidades y libertad de los 80 y 90. 

Tuvimos que aprender a divertirnos con límites, cuidándonos y no está mal. Otra vez, aparece la idea de cuidar al otro, la necesidad de cuidar al otro, la empatía. 

También tenemos sexo cuidándonos y tampoco está mal. 

Está muy bien. 

Y así avanzamos.




2010-2020 y El misterio del trap



Hace aproximadamente una década que la música argentina se nos presenta distinta a todo lo que era. El argentino siempre fue cancionero, guitarrero, de muchos acordes y melodías, de dicción profunda y letras que llegan hondo. Pues el trap se instaló en la otra punta. Quizás como respuesta a lo mega producido, a la corrección, al virtuosismo, al individualismo, a lo establecido del rock. El trap agarró la palabra santa y se sentó en su trono. 

Con melodías extremadamente simples, sólo uno o dos acordes, bases duras. Letras primitivas sobre su propia tribu y sexo, balbuceadas en un castellano a media lengua, medio pueltoriqueño, medio porteño, es la música de la nueva generación. 

Ni mejor, ni peor que el rock, diferente, un género en sí mismo. 

Ahora bien, todo lo que avanzamos en género lo tiramos al piso? Con letras sexistas, chicas que ronronean y bebotean, mucho culo y ácido hialurónico, machos bien machos y chicas bien perras. ¿Avanzamos o retrocedimos?

Como en todas las épocas parece haber una contradicción entre lo que dicen y hacen las nuevas generaciones.

A mi entender las contradicciones también son formas de procesar cada época. Pero el cambio y el avance en la aceptación de género y diversidades es innegable. 

La proporción de mujeres músicas está alcanzando al hombre .

Hay una pequeña escena gay y trans que irá creciendo

rápidamente a juzgar por la velocidad de los últimos cambios. 

También hay muchas mujeres que producen lo suyo. Pero aún las mujeres no somos contratadas para producir, como lo son los hombres. 

Sigue habiendo pocas ingenieras de sonido. 

Aún celebramos que Wos tenga una gran bajista pero si en la banda fuesen todas mujeres no sería una banda, sería una banda de chicas. Como si nosotras no

fuésemos personas y hubiese que destacar que somos mujeres, como bichos raros. Todavía.


Una exponente de la generación rock 2010-20 es Marilina Bertoldi que a 30 años de la proclamación de Celeste continúa con el legado de Soy gay como bandera ante todo. 

En la actualidad ya ni es necesario estar aclarando lo que uno es o elige pero se celebra que todes puedan expresar lo que quieran. De eso se trata la inclusión de poder expresarse y ser aceptado y contenido. 

Este último concepto es fundamental porque no se trata sólo de ser aceptados sino de ser incluidos como participantes activos de la sociedad, no como casos de genios aislados ni como bichos raros con resquemor. 

También hay músicas muy jóvenes que se muestran sinceras, relajadas y autopercibidas como Melanie Williams. Una generación que ya viene con otra calma, otra gestion del yo, del género, de la comunidad y la sexualidad. Traen más vidas vividas en el chip de fábrica y es motivo de celebración. 



El cupo femenino en festivales



En 2019 tuvimos la ley de cupo femenino en festivales. En este momento hay tantas mujeres haciendo música que sería casi imposible no cumplirlo. 

Aún así, hay resistencias. 

Mujeres músicas han hecho fuerza para conseguir este cupo que si bien ahora es fácil cumplirlo, que esté enmarcado en una ley es fundamental. 

Tener el aval de la comunidad, de las leyes, sostenernos como corresponde. 


En el año 2000, organicé el festival Rosa Rosa, el primer festival argentino completamente de mujeres, multidisciplinario, en Cemento. Había stands de feminismo y aborto de las chicas de She Devils, Comida macrobiótica, venta de ropa, pinturas, esculturas, instalaciones gigantes y por supuesto, música. Tocaron Celeste Carballo, Erica García, Suarez, She Devils, Sugar Tampaxxx, Mujercitas Terror, Tamboro Mutanta, una cantante de ópera y bailarinas. 

Una fiesta. Una gran fiesta. 

Luego fue difícil conseguir apoyo económico para hacer más ediciones. Las marcas convocadas sabían que podía ser un buen negocio pero por las dudas preferían no apostar a las mujeres por si era “una cosa pasajera”. 

Ahora ya no sería necesario hacer un festival sólo de chicas porque afortunadamente, no fue una cosa pasajera.







Matrimonio igualitario



En 2010 con la aceptación de la ley del matrimonio igualitario, avanzamos sin retorno por el camino de la inclusión, tolerancia, aceptación. 

Tener los mismos derechos todes, esa es la meta del feminismo y de todas las diversidades. Esta igualdad de derechos repercute en las artes y la música, porque personas libres pueden expresarse con plenitud, sin obstáculos, sin miedo a perder su trabajo, sin miedo a tirar por la borda su carrera. La homosexualidad ya no es un estigma. Ya se puede mostrar esa libertad en las calles. Pero no tanto. Hace pocos años dos chicas fueron detenidas por besarse en el subte. 

Se avanzan tres pasos y se retrocede uno. Es el camino de la lucha. 






Ni Una Menos



El imprescindible movimiento Ni una menos, nos enorgullece pero querríamos que nunca hubiese sido necesario crearlo. 

A principio de los 2010 comenzó una ola de femicidios, asesinatos de mujeres, que aún sigue. Ni una menos alzó su voz y es el pariente de habla hispana del movimiento Me too en Estados Unidos. 

Los 2010 trajeron el matrimonio igualitario, las denuncias por violaciones y abusos, pero también los femicidios. 

Hay que curar muchas áreas aún y no sabemos cómo pero vamos. 





Legalización del aborto



La lucha por la legalización del aborto en Argentina fue emocionante y sostenida desde el comienzo. Lo logramos. El aborto es legal en nuestro país desde 2020. Hemos vivido jornadas de comunión y vigilia, de todas las generaciones de mujeres unidas clamando con firmeza y fe de lograrlo. Fue muy difícil. Muchas mujeres murieron en el camino. Pero con este logro queda inaugurado no sólo el cuidado y la salud de las mujeres sino el pleno saber de que la comunión y la lucha unida puede lograrlo todo. 

Lo que dejó cada marcha, cada acción es más derechos para la mujer, más aceptación, más empatía, más seguridad, más confianza. Y sobre todo la capacidad de decidir y ser respetadas por eso. El derecho al aborto no está aislado del hecho de que cada vez haya más mujeres músicas. Cuanta más seguridad se va ganando, más miedos se van dejando de lado y una puede responder a cualquier atropello con la seguridad del respeto de los derechos. Ya no hace falta plantarse como un hombre para ganarse el respeto del macho como debíamos hacer en los 90. Ya ser una mujer es respetable y no necesita ser corroborado ni testeado. 














Cupo de trabajo para trans y diversidades


Las personas trans, travestis, autopercibidos han sufrido desde siempre. El mundo patriarcal no fue diseñado para elles. Tal vez hasta podía contemplar la homosexualidad pero las diversidades no estaban en la agenda de ninguna manera. Existían en la vida real y conforme avanzan los tiempos con reconocimiento de derechos, cada vez se hacen escuchar más fuerte. Una mujer trans estaba destinada si o si a ejercer la prostitución. Un hombre trans estaba destinado si o si a ser un outsider, un paria, un fenómeno incomprendido. La percepción colectiva de estas identidades era de rechazo, de falsas creencias, de estereotipos, de conocimientos equivocados. 

La apertura trans de 2021 dará lugar a que haya más musicos trans así como trabajadores de la periferia de la música. 







Y ahora qué?

La era de la empatía



Hemos entrado en la era de la empatía. De hecho la palabra ya ha estado bastante trillada pero nunca pasará de moda. Todos los momentos amenazantes a lo largo de la historia, como hemos citado aquí, dispararon nuestra empatía. Desde la dictadura, la guerra de Malvinas, el HIV, Cromagnon, los femicidios, los abusos, la lucha por la legalización del aborto y ahora la pandemia fueron crisis que hicieron que las personas cada vez estemos más en sintonía, que nos ayudemos mutuamente y que nos pongamos en el lugar del otro. Cuidarnos, eso nos deja esta era. 

No es casual que también sea la era de los Ft. , las colaboraciones de artistas en la música. Lo que antes era rarísimo ahora es la norma. Todos hacen colaboraciones permanentemente. No se practica el individualismo de otras épocas. Todo suma y todos ganan en esta era. 

Los cambios sociales repercuten en el arte y se abrazan, van de la mano. 













Conclusión 

El futuro



Nadie sabe nada del futuro. 

Lo que sí sabemos es dónde estamos parados y adónde estuvimos. 

Es bastante esperanzador poder terminar un estudio como este, habiendo partido de algo nefasto como una dictadura en una sociedad que tiraba piedras a mujeres y homosexuales y haber llegado a una época de democracia, empatía e inclusión. 

Aún con todos los items que debemos modificar, el presente ya es abismalmente mejor que el pasado. 

Y el futuro, partiendo de la actual empatía, sólo nos puede llevar hacia un lugar mejor.

Hemos recorrido un largo camino rockers, trappers, músicos, público, mujeres, hombres, gays, lesbianas, trans, travestis, autopercibidos, no binaries, queer y todos los nombres que crearán nuevas personas libres para amar, hacer arte y relacionarse. 

El mundo es un lugar muy hostil, pero cada vez hay más personas que luchan por hacerlo mejor. 

Y esto recién comienza.







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